5/17/2008

Rarezas comunes

Día especial. Noche mágica con continuación del día siguiente extrañamente espectacular.

Primero, veo en las calles del barrio a una que conocí cuando era un quinceañero tipo y ocupaba frenillos. Muchos años, pero la imagen la vi con nitidez deslumbrante.

En el metro, a un grandulón de dos metros por dos metros se le calló, a vista y paciencia de todos los presentes, una mariposa de metal de unos diez centímetros, ilegal. El golpe resonó y las reacciones fueron variadas. El dueño no se dio cuenta hasta después de cruzar el validador. Se devolvió y la recogió, escondiéndola, mientras la gente observaba la escena con asombro.

A otra hora, una pareja dispareja ocasiona al instante suspicacias por sus diferencias y la imaginación los coloca como personajes en una historia morbosa de las que le gusta escuchar al Rumpy.

También en el tren subterráneo, un hombre con el rostro vívido de batallas mostraba sin vergüenza su ojo izquierdo falso de un color calipso, llamativo, sorprendente. En la noche, susto asegurado. En el día, impacto visual.

En alguna estación del metro un joven con chalas de las brasileras, un traje de baño tropical verde y una guayabera estaba tranquilo en la cola para recargar la tarjeta vip. Lo singular era que comparativamente yo estaba con una polera y una chaqueta de cotelé con chiporro abrigada de invierno.

En la micro, un rockanrolero minusválido sin una mano y la otra deforme pide limosna, chaqueta de cuero, cadenas colgantes y pelo largo limpio, incluso dientes blancos. 

Cualquiera prejuiciaría que esas monedas son para un whisky. Me gustaría entrevistarlo.

Y en la misma micro, ya llegando, otro tropical, pero de otro lado de el continente. Un moreno rapado de vestimenta humilde, pero veraniega, se sube con un cajón peruano y ofrece una respetable batucada a lo más Buena Vista Social Club.

Quien sabe, quizás todos los días pueden ser así, el problema es que se requiere la noche maravillosa anterior para tener la capacidad de ver lo que en la rutina, al parecer, desaparece.

5/04/2008

Ellas; tipo están

Era un analgrama. Así describía el protagonista la situación de un personaje de su novela. 

Una mujer que desea hacerla simple; el tipo dueño del barco o el del avión. Bien gráfico es el protagonista en la película. En la sencilla realidad ese estereotipo no es tan extremo.

En la actualidad esas mujeres pasan casi camufladas y se van manifestando según cuanta contaminación dejamos que penetre en nuestras vidas.

Son aquellas que al fijar uno la mirada en sus ojos siempre bonitos sale la voz social del resignado que comenta, a veces al aire, lo inalcanzable de ella.

Son las que están con el éxito, ese su acompañante y lo personifican.

Con el diez del equipo esforzado, pero campeón o el guitarrista de una banda bien encaminada en los caminos alternativos y el mejor alumno de excelencia o el deportista aplicado en los tradicionales.

Son las que pueden recibir el beso más intenso de sus vidas y dejar de hablarle a quien se lo dio, porque desconfían del placer que sienten al recibirlo. No saben que buscan hasta que lo encuentran, no obstante es imposible percatarse que en búsqueda están. No se dan ni cuenta. Es un instinto que las guía, que decide por ellas.

Son por lo común superficiales y con interés vago por lo que sea. Piensan, pero con maestría logran que nadie deduzca eso. Son audaces, de esas que llaman la atención de los presentes al cruzar la puerta. Son cenicientas, D
isney sólo nos dio ejemplos del perfil. Por mientras ellas se criaron pensando que eso estaba bien.

Innovan, sobre todo en ropas y formas de expresión, pero nunca demasiado como para salirse del margen. Son una especie de conductismo puro. Atraen, como un imán potente que domina tu propio autocontrol y lo peor es que lo tienen claro.

Son inteligentes en lo académico o laboral, esquivas a las insinuaciones y ambiguas en sus respuestas finales. De comportamiento espontáneo y natural. Confían en su sonrisa y candidez.

Ellas están, rodeándonos. Las he conocido por ahí. Más de una vez antes y nunca habrá una última.