Suelo discutir de política con una persona en especial muy importante en mi vida. Yo, desde mi parcialidad, le recrimino ese vendaje transparente que tienen ciertas personas para negar lo obvio y defender posiciones ilógicas.
Pero en mi análisis, he olvidado un tema clave de la política; la representación.
Aun con los años transcurridos, no puedo entender que esta persona defendiera a Pinochet como probo y honesto cuando ya se había explotado el caso Riggs, ni cuando tiempo después los detenidos desaparecidos y el violento régimen militar quedaron al desnudo mi contraparte seguía en el escalón dos; negación.
Hoy, Andrónico Luksic, el hombre más rico y poderoso de Chile está de moda por su participación en Caval y en Alto Maipo, por su conflicto con el diputado Gaspar Rivas y recientemente, por su video en Youtube o su entrada a Twitter.
Se hace difícil conversar con esa persona -fenómeno espejo de los fanatismos- que le entrega una inocencia, veracidad y respeto a este señor Luksic, casi, en un ingenuo estado per se. No creo que sea un delincuente, pero si ha sido responsable de mucho y negar eso, es partir el foco en la vereda equivocada.
Como dice Mosciatti, el error de Luksic no fue recibir a Natalia Compagnon, sino darle el crédito. Su error fue meterse en Alto Maipo, un proyecto altamente cuestionado desde el principio y después salir con una serie de argumentos económicos que no se condicen con la realidad. Su error es negar hechos y amistades que ya están comprobados. Su error es cambiar su imagen como si fuera una prenda de ropa. Con detalles, dejemos al experto. Mi tocayo habla de Luksic acá, acá y acá. En ellos, explica mejor que yo por qué hay derecho, de al menos, a cuestionar al Sr. Andrónico.

¿Por qué todo eso? Pues bien, el dinero da poder y el poder una responsabilidad. Si juntas todos los empleados que tiene el grupo Luksic son miles de miles y este puro clan es aproximadamente el 5% del Producto Interno Bruto (PIB). Su influencia en lo que sucede en el país es importante, con muy pocos actores de un peso algo similar; Mario Kreutzberger, Agustín Edwards, Eliodoro Matte, Ponce Lerou y Sebastián Piñera, principalmente.
Y es que, esta gente, de la que hablo al principio, inconscientemente defiende lo que les es propio. No es un comportamiento razonal, sino más bien una respuesta natural de identificación. Ellos defienden a pesar de contradecir su discurso porque no lo hacen por los hechos, sino por sentimientos. Es un paralelo de verse en la misma.