1/25/2017

Primer mártir bomberil de la historia de Chile

Hernán Avilés tenía 27 años y vivía en Talagante. Estaba casado y tenía 2 hijos. Era voluntario.

Hoy muere uno que para mí merece más que cualquier figura, más que cualquier otro que tenga esa estatua frente a la plaza de armas local. Hoy muere un ícono de lo que ha sido en este país un espíritu permanente de colaboración ante la tragedia que nace y se genera desde las bases de la sociedad. Una conmoción extendida que se repite en nuestras catástrofes periódicas. Pero esta vez es especial, no hablo de responsables, si no de culpables con nombres.

Este joven bombero merece una posición en nuestra consciencia, en nuestro relato y nuestros libros de historia. Como un héroe que no midió consecuencias salvando a una familia en desgracia bajo las llamas, por hacer algo que superó su humanidad. Así otros más han caído antes y seguirán cayendo –por el honor según las palabras de sus compañeros- en esta batalla provocada, pero insisto, que este caso va más allá.

Yo tuve muchas dudas de la capacidad de ciertos para quemar nuestro país a voluntad, tuve que derrotar esa ingenua esperanza que tanto cuesta cultivar por estos lados. Las pruebas se muestran contundentes. Y todo se debe a un decreto de 1974, el 701, el de mayor daño forestal en la historia de Chile.

Me produce profundo dolor concluir que compatriotas, indiferente a sus burbujas, fuera de cualquier análisis que se pueda hacer de ellos, hay algunos que destruyen propiedad natural como en una película de ciencia ficción.

Gente de terno, que visitan iglesias, que ponen a sus hijos en grandes y tradicionales colegios, que van a reuniones sociales desvergonzados, que veranean en comunidades más amplias con las cuales construyen lazos, que realizan los trámites como si se disfrazaran de ciudadanos.

Codicia y ambición representada en unos clanes específicos. Que callados llevan décadas explotando inescrupulosamente este hermoso territorio. Hoy son Matta y Angelini, ayer Luksic, anteayer Horst Paulmann y así sigue. Hoy son los incendios, ayer la colusión, anteayer la corrupción. Más la negligencia como constante.

Hernán falleció por la culpa de ellos. Directa de ellos. Y eso es imperdonable. Hoy declaro, aunque a nadie le importe un carajo, mi virulencia sin respeto. Repudio.

Este hito debe cambiar el rumbo del país. Si no, no hay Chile.